Esta tarde hemos estado en Bodegas #Monovar.
Nuevamente me reencuentro con una parte de un pasado muy lejano, pero que revivo con intensidad en el Medio #Vinalopo. Saludo a Rafael Poveda, y en la conversación nos damos cuenta de que nuestros padres, que tristemente fallecieron muy jóvenes, se conocían y eran amigos.

Iniciamos la visita y Rafa nos cuenta que la bodega, que ahora ha adquirido MG Wines pero que conserva la solera y el buen hacer de sus inicios, tiene 1.200.000 litros de capacidad. La tecnología ha propiciado que muchos trabajos que antaño se desempeñaban de manera muy costosa y ardua ya no tengan que realizarse de ese modo; así, nos habla de los filtros, de los depósitos cuyos «michelines» albergan agua con anticongelante capaz de mantener el vino a una temperatura adecuada, del sistema de etiquetado, y sobre todo de cómo la producción, en contra de lo que nos pueda parecer, es mucho más #sostenible. Comprar vidrio reciclado es más ecológico que lavar el vidrio , pues hace años les llegaba incluso con colillas dentro (¿os acordáis?), y para lavar cada envase se necesitaba sosa cáustica y unos 3 litros por envase. Algo totalmente desmedido e impensable hoy en día. Como se dijo en las ponencias de ·#Hábitat Futura «la sostenibidad no es una opción».

Nos hemos adentrado después en una gran sala llena de toneles (que no barricas) de vino. Estos toneles, hechos de roble Canadá tienen más de 150 años de existencia. Nos explica que se mantienen en perfecto estado gracias al vino, y que fue el «tonel alicantino» por excelencia hasta 1950. Rafa disfruta con su narración, y nosotros escuchándole. Llegamos al temido tema de la filoxera y nos desvela que gracias a Juan Maisonnave, hermano de Eleuterio Maisonnave, los estragos de la filoxera no fueron tan grandes como en Francia y en otros países (llegó la plaga hasta Persia), ya que como Director de Agricultura fue un hombre tremendamente culto y viajado, y comprobó que injertando cepas americanas, podían sobrevivir a la plaga.

Finalmente llegamos a la sacristía del Fondillón. Se suceden las referencias a Azorín, a Casanova (enamorado del Fondillón), a sumillers que recientemente lo han conocido, al nuevo maridaje del fondillón, no solo con dulces sino con salazones y almendras… Pasa el tiempo y dejamos nuestra firma con tiza en uno de los toneles. Nos impregnamos del olor de la Sacristía y pretendemos dejar nuestra huella en ese rincón de poesía y vino. Pero somos nosotros los que regresamos al viento y al frío exterior impregnados de anécdotas, de historia, del recogimiento de ese rincón que tanta intimidad y pasado desprende.

Por Cristina Arroyo

Escritora. Autora de artículos turísticos. Autora de los libros "Los Vértices del Cariño", "Historias de un bar con música a menos tres escalones", y "La Senda del Camaleón". Editora de la novela histórica "Al-Azraq, el árabe". Presidenta de AAPET

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