Y eso es lo que era Juan: un apasionado de su profesión, pues como buen benidormí se especializó en Turismo, y en ese terreno ha sido mi indiscutible maestro.
Siempre lo tuve como amigo, compañero y profesor en la materia.
No voy a contar ahora su vida y milagros, como si de una hagiografía se tratara, pues de todos nosotros es bien conocida. Pero sí que rememoraré todo aquello que me afectó a lo largo del tiempo en que trabajamos juntos, aunque a la distancia del teléfono.
Eran los años felices en que Benidorm tocaba, y según alguna que otra denuncia, sobrepasaba el overbooking. Y Juan Portolés, corresponsal del Diario Información, tenía que escribir cada día del verano ¡dos páginas!, como si el Benidorm de entonces (30.000 habitantes de derecho y medio millón de turistas) diera para tanto. Pero para Juan eso era pan comido, aunque a costa de esconder sus descubrimientos a su más amigo, aunque acérrimo rival, en las labores de corresponsalía.
Se inventó una manera de contar los visitantes de su villa, y esa manera, al demostrar su efectividad, está siendo aplicada en muchas ciudades de todo el mundo: la de relacionar el consumo de agua con las personas que la utilizaban. No recuerdo las cifras, pero Juan no fallaba nunca. Esa es la verdad.
Y en los momentos horríbilis de sequía, mucho antes de que una vez por todas se resolviera el suministro de agua a la ciudad, Juan subía hasta las bombas del embalse de Algar, donde también se ubicaba el mejor pluviómetro de la zona, y estudiaba con los ingenieros la marcha de los acuíferos y de la pluviometría. Fueron aquellos años de total carencia de lluvias, y en un verano determinado (finales de los 80, creo recordar), los turistas que ocupaban los hoteles debían lavarse y afeitarse en las piscinas. Pero Benidorm no se resintió por ello.
Es que además, era todo un aventurero. Organizó un Congreso Internacional de Ufología que trajo a expertos de todo el mundo que subieron al Puig Campana, para averiguar si el famoso “tajo de Roldán” que se ve desde todas partes, pudo ser una pista creada para el aterrizaje de Ovnis. La conclusión oficial es que no lo fue, y que el impresionante corte fue obra de los caprichosos movimientos tectónicos que conformaron hace ya millones de años nuestra peculiar orogenia.
En los años en que Juan fue corresponsal de Radio Nacional, donde yo siempre he trabajado, lo teníamos como una joya imprescindible: siempre tenía algo que contar, y cuando no lo hacía y carecíamos de suficientes noticias para completar nuestros informativos, le llamaba por teléfono y le preguntaba: -Juan, ¿tienes algo?- Siempre lo tenía. -Pásame a Control Central- me indicaba. Y desde allí, Juan, con su inolvidable voz resonante y redonda, clavaba una o varias crónicas perfectamente ajustadas al cronómetro que marcaba los límites de las intervenciones.
Recuerdo, entre otras actividades la ayuda que prestó al desarrollo turístico del Valle del Pop, donde siempre contaban con él a la hora de desarrollar cualquier evento. Y desde Crintur realizó, ahora sí, verdaderos milagros de promoción y difusión de las maravillas de Benidorm, como la revista “Top Turisme”, que sigue editándose y distribuyéndose por sus extraordinarios hijos, Juan Antonio y Francisco Javier, a quienes he tenido el privilegio de conocer; o como las réplicas informativas a las tantas veces falseadas informaciones de la prensa sensacionalista británica, dispuesta siempre a echar por tierra los encantos de Benidorm.
La última vez que le vi fue hace unos años, cuando fuimos los miembros de la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Alicante a presentar los objetivos de esa legislatura bajo la presidencia de Leonardo Tomás. Y a la convocatoria de nuestro amigo común y admirado Miguel Alberto Martínez Monge, acudió, entre otros, Juan Portolés, apoyado en muletas pues unos de sus pies, vendado por alguna dolencia, no le permitía caminar.
Como final diré que Juan Portolés fue uno de los compañeros que más influyó en mi vida profesional, como persona y como periodista. Quiero transmitir a su esposa (sufrida mujer que conseguía localizarle cuando lo precisábamos) y a sus capaces hijos, que han querido y sabido heredar la ejemplar empresa que creara años atrás.
Gracias, Juan.
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