Me pregunto por qué la Historia afianza en las personas el antinatural espíritu de la manipulación. Sobre todo cuando exporta satisfacciones personales que impermeabilizan el poder como actor importante en las decisiones, llamémosles ventajosas,  para determinadas actuaciones de carácter político pero que, finalmente, influyen en el estado natural de los escenarios, cambiando su proyección y su inercia subyacente.

No voy a sucumbir a especulaciones históricas, deteniéndome en una intersección conveniente para mis intereses, que es lo que hacen la mayoría de los gobernantes camuflados en sus propias mentiras. Por que quiero referirme a la injusta desigualdad que existe a nivel de oportunidades entre las tres provincias de la Comunidad Valenciana. Tampoco quiero conceder pretextos a nadie para que pueda crear un debate estéril. Este artículo no deja de ser una opinión y se puede o no estar de acuerdo.

La política turística del Consell es un canto de sirena que no escuchan ni los cangrejos. Si a esto añadimos la incompetencia demostrada por el Diputado de Turismo de la Provincia de Alicante, el Sr. Albaladejo, más atento a sus intereses personales en el ámbito inmobiliario del mercado ruso y a su fidelidad exclusiva con Torrevieja, obviando que la provincia de Alicante no termina en La Mata o que su cargo no puede sugerir interpretaciones presuntamente incompatibles, entonces tenemos un cóctel de humo. Si además, el Gobierno Central continúa con su política de tasas aeroportuarias que reducen las expectativas de tráfico y ocupación, que si se mantienen es debido a que los profesionales del sector asumen esta desmesura a modo menores beneficios. Si añadimos también los enconos personales entre ejecutivos municipales, incapaces de dimitir y además obstaculizan la expansión de recursos, como es el caso de la Alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, con la proyección de lanzado entre el AVE y las zonas turísticas de costa. Si tenemos todos estos componentes en plena ebullición, la pregunta a plantearse es ¿hacia dónde vamos?

Alicante es, por naturaleza propia, el motor turístico de la Comunidad Valencia. Su aeropuerto es el sexto del España y el de mayor tráfico de pasajeros de la Comunidad Valencia y, además, el que más tráfico aporta a la Región de Murcia, Albacete y el Levante almeriense. El Aueropuerto de Manises es el noveno en la escala nacional y su impacto turístico es muy precario, ya que su operatividad está muy asociada a las compañías de bajo coste, lo cual tiene su significado obvio: pocas garantías de estacionalidad y turismo precario. De Castellón ni hablamos, es una perita en dulce para los negocios turbios.

A nivel de recursos turísticos, ofertas hoteleras, gastronómicas, culturales, Alicante supera a ambas provincias juntas. Sólo Castellón nos supera en belleza de bosques y sistemas montañosos. Para destacar Valencia tenemos que nombrar sus recursos costeros y, en las antípodas, la comarca de Requena. Eso sí, hay que asumir la verdadera importancia de la Albufera. Pero Alicante lo tiene todo, tiene toda su costa repleta de playas y ciudades costeras, tiene montaña, tiene zonas húmedas, tiene extensiones vitícolas…, lo tiene todo para ser la primera provincia de la comunidad. Sin embargo, nos arrinconan de una manera injusta, a pesar de las evidencias.

Me he metido en el jardín de las comparaciones y creo que no es lo adecuado, pido excusas si a alguien ofende mi exposición, pero he querido acentuar los términos a su máxima expresión para concluir este artículo con una reflexión. Cada provincia tiene sus excelencias en la forma y fondo que su estado natural ha diseñado. Cada una de ellas tiene su propio atractivo y cada municipio merece ser considerado como único. Son los políticos, con sus políticas turísticas los que, a golpe de decretos, pretenden modificar la idiosincrasia natural de nuestra tierra. Las decisiones se toman dibujando los colores que existen. Por ejemplo, si pudiéramos pintar el cielo, lo lógico es que escogiéramos un azul, no podemos elegir un negro, además de ser antinatural las personas nunca lo aceptaríamos. Son la reglas propias de la naturaleza las que conforman los esquemas de los proyectos.

Por ello, debemos exigir a los políticos de turno un cambio en sus estrategias, si es que tienen alguna, en la política turística. Invertir en consonancia a la realidad del mercado y luchar por el interés general de los valencianos, castellonenses y alicantinos. Es perentorio un ejercicio de autocrítica de lo que, hasta ahora, a sido la estrategia turística. Clausurar las sociedades públicas como la Sociedad de Proyectos Temáticos de la Comunidad Valenciana, una sociedad que, para quien lo sepa, ha sido la madre de todos los proyectos fracasados en la tres provincias. Sociedad madre de Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Centro de Congresos de Alicante, Centro Cultural de Benidorm, Aeropuerto de Castellón, Ciudad de la Música, Ciudad de las Lenguas, Museo de Fútbol FIFA y un largo etcétera que puede resumirse con Mundo Ilusión, más que nada por su connotación, muy adecuada pero al mismo tiempo envuelta en la perversión de la necrosis de los fondos públicos. Mucho tiene que ver con el turismo todas estas actuaciones de las que cabe destacar el modelo de financiación. Además del consejo de Administración de la sociedad madre, cada uno de estos proyectos estaba administrado por sus propios consejos de administración, que adquirían un carácter rotativo que determinaba las contrataciones de personal, curiosamente muy transitada por familiares de los consejeros. Un tema este que, a pesar de que algunos de sus miembros están imputados, no parece importar a nadie.

Y si he querido relacionar este tema con el turismo es porque su estado natural lo exige, puesto que todos los proyectos contienen elementos basados en la explotación del turismo. Sin embargo, exceptuando Terra Mítica, que todos sabemos como ha acabado, los demás han sido un auténtico fracaso. Muchos ni siquiera se han iniciado o están a la venta y se han devaluado en más de un cincuenta por ciento. Por tanto, no es ninguna broma lo que ocurre en la Comunidad Valenciana, gobernando por los personajes, en mi opinión, con la mayor incompetencia jamás manifestada.

Muchas son la veces que olvidamos que somos los que pagamos a estos señores, afianzados en su mundo de ilusión, viviendo de espaldas a una realidad incontestable y llevando a nuestra tierra a lo más profundo del caos. Obviamente necesitamos un gobierno que vele por los intereses de todos los que, de una forma u otra, nos dejamos la piel intentando mejorar el nivel de calidad turística e intentado ofrecer propuestas y alternativas coherentes. No podemos seguir enganchados a una locomotora que va más despacio que ese vagón llamado Alicante.

 

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