Aunque no lo crean, soy de Santa Pola, sin embargo, con este titular cualquiera diría que me tiro piedras a mi propio tejado. En absoluto. Pero, si he de ser objetivo, por mucho que me duela, debo tener criterios descontextualizados a la hora de elaborar un análisis que vertebre la consistencia de cada uno de ellos. No voy a criminalizar al partido que actualmente gobierna en Santa Pola del deplorable estado en que se ha convertido. Sería injusto. Después veremos que su participación en este proceso tiene un considerable peso específico pero, si he de ser imparcial, la nefasta política turística aplicada a la ciudad de Santa Pola tiene su origen en los anteriores mandatos políticos.

El PGOU de 1982 podría haberse elaborado con mucha más inteligencia y visión de futuro, máxime cuando Santa Pola tiene un escaso territorio urbanizable en su contexto compacto de núcleo poblacional. Sin embargo, la voracidad de los señores del ladrillo y la codicia de algunos cargos políticos, los cuales mostraron una manifiesta debilidad ante las presiones urbanizadoras, sentaron la fatídica base de lo que hoy es Santa Pola. Una ciudad inerte y sin recursos, incapaz de beneficiarse de la demanda turística existente. A nadie se le ocurrió que vivir del mar y, al mismo tiempo, de espaldas al mar, con una oferta turística estacionaria y sin posibilidades de prosperar por carecer de infraestructura hotelera, era un modelo difícilmente prometedor.

PuertoEl turismo, lo queramos o no, está íntimamente ligado al desarrollo urbanístico y la industria complementaria. Hasta hoy, ninguno de los líderes políticos que han gobernado está ciudad han tenido la capacidad de gestión suficiente como para visualizar un modelo turístico que ya despuntaba en ciudades vecinas como Benidorm, Altea o Calpe. Todas ellas con un tejido de comunicación muy por debajo que Santa Pola. No olvidemos que Santa Pola tiene el aeropuerto a 10 Km., una red de autovías a la misma distancia, tiene puerto… Pero no tiene, ni ha tenido, gobernantes con cerebro. Y esa es la verdad, por mucho que duela.

No hay que ser demasiado listo para saber que si no se puede crecer a lo ancho, hay que hacerlo a lo alto. Es de sentido común. Aun no es tarde para establecer un cambio en este sentido, pero las limitaciones son evidentes. Pero, insisto, algo se puede hacer. Sobre todo hay que promover la construcción de plazas hoteleras otorgando facilidades y dejando a un lado la política recaudatoria. Hay que pensar que un hotel representa muchos puestos de trabajo directos e indirectos y la posibilidad de crear ofertas que desestacionalicen el turismo. En este sentido, Santa Pola podría obtener en un corto espacio un número importante de plazas hoteleras sin apenas despeinarse. Ese podría ser el inicio para crear ofertas de ocio atractivas que capten la atención de los turoperadores.

Sin embargo, lejos de atreverse a buscar soluciones, los políticos de turno se dedican a pasear una marca vacía de contenido. Y lo hacen en sintonía con el Diputado de Turismo, quien pasará a la Historia por su incompetencia y por haber fracasado en su política, al anteponer sus intereses profesionales a los generales y gastar el dinero de los alicantinos en viajes por Siberia y los Urales. Un señor que debería haber dimitido hace mucho tiempo y que nos toca aguantarlo, al menos hasta mayo. En una cruzada sin precedentes, las concejalías de Turismo y Urbanismo, que no sé que pinta en todo esto, han acompañado al diputado por sus viajes por todo lo largo y ancho de este mundo. ¿Por qué? ¿Cuál es el interés? Lo cierto es que las arcas municipales tiemblan, y no es de frío, sino del despilfarro demostrado en estos últimos años.

Es por esto que pongo a Santa Pola como ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Porque, no es que lo diga yo, lo dicen todos, turistas y habitantes. Somos tercermundistas. Y al que le duela que se ponga una tirita. Porque no se puede gobernar intentando satisfacer un sector de turismo vacacional de segunda residencia cada vez que protesta. No es ese turismo, casi de tipo patera, el que levantará la economía santapolera. Ese es turismo de supermercado, de mirar sin gastar. Y ojo, no les culpo, menos cuando la cris abofetea a tantos ciudadanos. Pero los políticos que gestionan una ciudad se deben a sus ciudadanos, que se dejan la piel abriendo empresas, bares, restaurantes o charcuterías, son ellos los que pueden levantar la economía. No lo va hacer un señor que viene quince días y paga sus impuestos en otra ciudad. A pesar de esta elocuencia, el partido que hoy gobierna Santa Pola y que ha llevado a la ciudad al borde del suicidio empresarial, y que no tiene ideas ni imaginación para promover un proyecto turístico coherente, sigue defendiendo a esos turistas de temporada que con su quejas impiden la evolución de las empresas de servicios dedicadas al turismo. Ello tiene además una consecuencia directa que afecta al turista que viene buscando un ambiente de diversión, el cual no vuelve por que no encuentra lo que ha venido a buscar.

Yo, como vecino de esta ciudad a la que quiero con toda mi alma, me duele sobremanera tener que realizar una crítica tan dura, pero es la verdad. Nadie puede decir que es subjetiva, porque basta con venir a comprobarlo. Es triste, muy triste, pero hay que denunciar una postura política que intenta, por todos los medios, satisfacer a todos, sean quienes sea, y eso no puede ser, debe imperar el interés general, el sentido común y la valentía. Porque, en ocasiones, un poco más de coraje, no vendría mal. Más bien lo que se palpa en el ambiente es cobardía a la hora de tomar esas decisiones que marcan un punto de inflexión en un modo de actuar. Pero bueno, mientras estos señores gobiernen, Santa Pola seguirá siendo una ciudad sin futuro, sin turismo y sin esperanza.

Francisco Soler

Presidente de AAPET

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