Su clima inhóspito contrasta con la belleza de sus paisajes y con la amabilidad de sus gentes. Tal vez por eso mismo, Irlanda es un lugar al que alguna vez hay que visitar o, periódicamente, se debe descubrir pese al frío, al viento y, sobre todo, a la lluvia.

Dublín es ideal como destino para una escapada que nos ayude a desconectar de la rutina y vivir una experiencia típica irlandesa. Historia, cultura, ocio, que no gastronomía, conviven en esta ciudad fundada por los vikingos en el siglo IX d.C. como centro comercial de esclavos y bautizada como Dubh Linn, que significa laguna negra.

Los múltiples free tours que diariamente recorren la ciudad te ofrecen una visión despectiva de todas esas civilizaciones que siglo tras siglo se han aprovechado de su fértil tierra esclavizando, de múltiples formas, a sus autóctonos moradores. Eso sí tomaron su “espacio”, estrujaron sus bienes, pero no pudieron con sus almas ni sus creencias, más bien al contrario.

Castillo de Howth

Desde que San Patricio expulsara a las serpientes en el siglo V, ni vikingos ni normandos ni, sobre todo, ingleses han logrado imponerse sobre el espíritu irlandés cuyo sustrato celta impregna tradiciones exportadas internacionalmente como Halloween, termino procedente de “All Hallow’s Eve” (víspera de todos los santos) pero una copia del Samhain para realmente conmemorar el final de la cosecha y el comienzo del invierno.

En mi quinta visita a esta maravillosa ciudad, he podido recorrer nuevamente los IMPRESCINDIBLES acercándome a su historia de la mano de una simpática guía colombiana Sttefy (@Sttefyendublin), un paseo de lo más recomendable que nos ha llevado desde el Castillo de Dublín, sede del gobierno de Inglaterra hasta 1922, pasando por San Patrick y Christchurch, iglesias de culto protestante, y el divertido distrito de Temple Bar, cuna de las pintas y la música en directo.

Christchurch

En este tour, se abandona el lado sur del Río Liffey por el cuco puente del Medio Penique. A principios del siglo XIX muchos irlandeses que moraban el norte de la ciudad pagaban “a half penny”, un auténtico peaje que duró más de 100 años para cruzar al otro lado e ir a trabajar a los barrios ricos de los británicos. La estatua del primer alcalde católico de la ciudad, Daniel O’Connell, pensador y político que inspiró a los revolucionarios de la independencia de Irlanda y la estatua de Molly Malone, pescadera y prostituta, cierran este tour ejemplificando los contratantes en la historia y vida de Irlanda.

Puente del Medio Penique

En estos paseos se aprende mucho de historia y de literatura. De sobra conocida es la tradición literaria de ilustres escritores de la isla de fama internacional. Desde el premio Nobel Samuel Beckett o el idolatrado, que no tan leído, James Joyce, hasta los contemporáneos Oscar Wilde o Bram Stoker. La vida de todos ellos destaca casi más que sus libros como la inspiración de Stoker para crear unos de los personajes de terror más conocidos, Drácula. Su infancia transcurrió tras la gran hambruna, mitad del siglo XIX, cuando observaba deambular con una ristra de ajos a los demacrados irlandeses supervivientes para evitar el hedor de los cadáveres; aunque puede que la inspiración saliera más de sus años de “chupa sangre” de la Hacienda pública británica desde el Castillo de Dublín

De estas historietas tan divertidas tienes conocimientos en esos free tours, o de qué Jonathan Swift, que no era abuelo de Taylor, si no Dean de San Patrick, escribió los viajes de Gulliver cual canción protesta contra las grandes desigualdades del siglo XVII y XVIII y no como cuento de entretenimiento infantil.

San Patrick

Si toda esta información se extrae de un paseo de casi 4 horas, imaginad 10 días rodeando la isla visitando la tierra “roja” de Tara, traspasando la frontera del Ulster para pisar la Calzada del Gigante; asomarse en el lado oeste para ver el Parque nacional de Connemara, los vertiginosos acantilados de Moher, antes de perderte por los animados pubs y callejuelas de Galway; seguir hacia el sur para circunvalar el anillo de Kerry antes de disfrutar de Killarney y, como no, Kilkenny , o el místico y maravilloso Glendalough, el valle entre los dos lagos que ejemplifica la gran belleza de Eire, nombre en gaélico de Irlanda que procede de la diosa Erin.

Hoy en día Irlanda sigue siendo una tierra “colonizada” por hordas de extranjeros que, al contrario que en el pasado vikingo e inglés, comparten y celebran con los hospitalarios irlandeses sus costumbres, alegrías y ganas de vivir. Españoles, méxicanos, brasileños, turcos, indios, senegaleses, polacos… ciudadanos del mundo conviven con los irlandeses convirtiendo la isla Esmeralda en un crisol de culturas deslumbradas por el verde de su paisaje.

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