Ezcaray

Estas fiestas hemos estado pasando el Fin de Año en la Rioja, más concretamente en Haro.

Asistimos a una cena con posterior cotillón en el Hotel Arrope de la localidad vinícola y lo pasamos francamente bien. El casco antiguo de Haro sorprende muchísimo porque tras la Plaza del Ayuntamiento se abre un pequeño mundo de callejuelas, plazoletas y palacetes que no esperas encontrar.

Al día siguiente, Logroño, con unos 151 mil habitantes se presentaba con más actividad de la que podíamos esperar un 1 de enero.

La calle Laurel y la calle San Juan tenían una animada actividad gastronómica, ofreciendo una variada oferta de pinchos y vinos. Algunos locales estaban cerrados, como era de esperar, pero los abiertos superaban a los cerrados. Eso sí, sobre las 15.30 h. ya estaban casi todos echando el cierre. Su actividad se centra más en el aperitivo anterior a la comida, aunque se puede comer directamente en ellos.

Los poquitos días que estuvimos fueron soleados y más fríos que en «la terreta» pero soportables. Además, en casi todos los bares, por pequeños que fueran había un cartel que decía «tenemos caldo». Y de ese modo se hacía más llevadero el frío. Nos dimos cuenta de que muchas personas en vez de pedirse un café mañanero se tomaban directamente un caldo.

Ezcaray – vista de la plaza

Visitamos Ezcaray, un pueblecito pintoresco y precioso, de fachadas decoradas en piedra que está ubicado en el extremo occidental de la Sierra de la Demanda. Rodeado de montañas, muy cerca de allí se ubica la estación de esquí, y de ahí la importancia turística del municipio. Pero para llegar pasamos por Santo Domingo de la Calzada, donde pudimos apreciar su magnífico parador pero no pudimos entrar a la Catedral a ver al gallo y a la gallina porque estaba cerrada. Su increíble leyenda, por cierto, está declarada Bien de Interés Cultural – BIC. Todas las leyendas son bastante increíbles pero les aseguro que esta, que forma parte de las que se cuentan en el recorrido del Camino de Santiago, lo es más. Búsquenla si sienten curiosidad, porque a continuación les voy a hablar de uno de los aspectos más interesantes de la Rioja, que como no puede ser de otra manera, es el vino.

De vuelta a Haro, el 2 de enero teníamos programada una visita en Bodegas «Muga».

Bodegas Muga – Fachada

La visita duró dos horas largas. La mayoría de las bodegas están ubicadas en el Barrio de la Estación debido a la importancia del Ferrocarril a mediados del s.XIX para la exportación de la floreciente industria vinícola. Los franceses utilizaron el ferrocarril para desplazarse desde Francia a la Rioja para adquirir vino, pues en Francia la filoxera había arrasado la mayoría de los cultivos. Hoy día, son numerosas las bodegas que hay en este lugar: López de Heredia (la primera en establecerse), Gómez Cruzado, Bodegas Bilbaínas, la Rioja Alta y Muga entre otras.

En Muga me sorprendió saber que es la única bodega «cubera» de España. O al menos eso nos comentó la guía, que era la única que fabricaba sus propias barricas. Tuvimos la oportunidad de ver cómo el maestro cubero hacía los toneles. El material empleado era generalmente el roble francés para los más pequeños y el roble americano para los grandes.



Además, dependiendo del reposo (crianza o reserva) que le quieran dar al vino, lo introducirán en una barrica que ha estado poco, algo, bastante, o mucho, al fuego.

Imagen de los distintos tipos de madera dependiendo del tiempo que estén al fuego

En una barrica jamás se emplea pegamento o alguna sustancia que pueda contagiar de olor al vino y en Muga, el crianza está 24 meses en barrica.

Por otro lado, nos explicaron lo que ya sabíamos por nuestras bodegas alicantinas, y es que utilizan la clara de huevo para limpiar el vino.

Cristina explicando cómo ponen la clara de huevo en las barras

Tras la visita catamos un vino blanco, que me sorprendió bastante, y un vino crianza. La cata de ambos estaba incluida en la visita, y si después el visitante quería probar otros debía pagarlos. Probamos también el Prado Enea y el Torre Muga.

Como las Bodegas Rioja Alta estaban al lado, entramos para conocerlas y ver qué nos podían ofrecer. Allí también degustamos algunos vinos, que la verdad y particularmente, nos gustaron en general más que los de Muga. No soy ninguna entendida, tan solo de lo que me gusta o no, así que espero que nadie se sienta ofendido.

Y allí, ya en confianza con las dos personas que nos atendían y que eran de lo más amable, no pude evitar hablarles de nuestros maravillosos vinos, de nuestro Moscatel, de nuestra uva Monastrell, y nuestro orgullo de Fondillón, que por cierto no conocían. Creo que suelo ser una persona objetiva, aunque muy orgullosa de mi tierra, pero francamente pienso que relación calidad-precio, me quedo con nuestros vinos. Tenemos que estar orgullosos de ellos, de nuestro Tarima, Señorío de Benidorm, Finca Sellés, Verema, Mo, Patojo, etc etc. que rondan todos un precio muy asequible con una grandísima calidad.

Por Cristina Arroyo

Escritora. Autora de artículos turísticos. Autora de los libros "Los Vértices del Cariño", "Historias de un bar con música a menos tres escalones", y "La Senda del Camaleón". Editora de la novela histórica "Al-Azraq, el árabe". Presidenta de AAPET

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