
Tuve la suerte de visitar el Museo Escolar de Puçol junto a los socios de la Asociación Fotográfica Santa Pola, y confieso que me sorprendió muy gratamente todo el museo y su entorno, sobre todo el grado de recreación de la “calle principal” del museo. Caminar por ella fue como retroceder varias décadas en el tiempo: la tienda de ultramarinos, el quiosco de prensa, cómics, tabacos y «chuches», el carrito de los helados, la zapatería…

Pude ver una máquina de coser y herramientas idénticas a las que utilizaba mi abuelo, que fue zapatero remendón, la máquina de imprenta muy similar a la que manejé en la mili. También estaba la droguería con el mostrador original acristalado y exponiendo entre otros, los artículos de broma, la tienda de sombreros, la de fotografía con los casi extinguidos carretes de fotos, la barra del colmado con sus botellas de licor de la época, ( la recreación de los embutidos está tremendamente conseguida) y otros espacios que evocan la vida cotidiana de tiempos pasados. Uno ya peina muchas canas, y no pude evitar sentir una mezcla de asombro y nostalgia. Fue un verdadero regreso al pasado.

En otra parte del museo descubrimos recreaciones de otros ámbitos fundamentales de la vida cotidiana: la consulta médica, las aulas escolares, una cocina tradicional, el dormitorio, la herrería… así como secciones dedicadas a la maquinaria y herramientas del campo. Una visita que, por un rato, me transportó a épocas de mi infancia y que ahora forman parte de mis recuerdos más entrañables.

Pero más allá de la emoción personal que me trasmitió, el Museo Escolar de Puçol es un proyecto con historia y alma. Este proyecto nació en 1969 cuando Fernando García Fontanet aterrizó en este pequeño colegio y pronto empezó a intentar conservar la memoria de la sociedad tradicional, que estaba en peligro de extinción. Hoy, sigue funcionando como una fundación sin ánimo de lucro que se ha convertido en un referente en la conservación del patrimonio etnológico, pedagógico y cultural de la comarca. Lo que más me impresionó es que no es un museo al uso: es una herramienta viva de transmisión cultural, con una implicación comunitaria ejemplar.

Todo esto se articula a través de su proyecto museístico-pedagógico, reconocido por la UNESCO por su innovador enfoque en la educación y la cultura. Aquí no se trata solo de mostrar objetos, sino de generar experiencias educativas, fomentar la reflexión y conectar a las personas con su historia. Cada espacio está cuidadosamente pensado para enseñar y emocionar.

Además, el museo desarrolla una amplia oferta de actividades, desde visitas escolares y talleres, hasta exposiciones, programas para mayores, publicaciones e incluso eventos en el entorno rural de Pontos. Todas estas propuestas comparten un mismo objetivo: tender puentes entre generaciones, entre el pasado y el presente.
En mi visita, tuve la oportunidad de charlar con el director del centro, Rafael Martínez García, quien me transmitió con claridad los retos que afrontan y sus objetivos de futuro:
— “Nuestro objetivo a medio y largo plazo es seguir desarrollando el proyecto educativo-museístico reconocido por la UNESCO, mejorando progresivamente nuestras actividades: exposiciones, publicaciones, didáctica, participación comunitaria…”
Cuando le pregunté cómo pensaban alcanzar esas metas, fue tajante:
— “Trabajando duro y procurando incrementar nuestros medios humanos y profesionales”.
Y al preguntarle qué podemos hacer los ciudadanos de a pie para apoyarles, su respuesta fue directa y sencilla:
— “Visitando el museo y participando en todas las actividades que realizamos en él , también en Pontos y, por supuesto, haciéndonos publicidad en cualquier medio”.
Finalmente, quise saber cuál era, para él, el pilar fundamental del museo, aquello que no puede faltar bajo ningún concepto:
— “La educación y la mediación cultural con la comunidad. Sin esos dos puntos, seríamos un museo como otros”.
Y precisamente eso es lo que hace especial al Museo Escolar de Puçol: no es un museo como otros. Es un museo con alma, con historia, con compromiso. Un lugar donde el pasado cobra vida para ayudarnos a entender mejor quiénes somos.
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