BRUSELAS Y AMBERES, ENTRE DIAMANTES Y LEYENDAS.

Bruselas es una de esas ciudades centroeuropeas que para mí tienen una luz especial. A diferencia, por ejemplo, de Venecia, cuya intensa y melancólica luz naranja entra desde el adriático y lo inunda todo a primeras horas de la tarde, en Bruselas esa luz tiene un tono gris azulado muy característico, muy tenue, que imprime un halo de melancolía que te embarga nada más llegar.

Aún recuerdo la primera vez que pisé Bruselas. La ciudad aún mantenía un ritmo pausado, callado, gallardo, pero ahora he encontrado una ciudad frenética, un tanto decadente y como desgraciadamente ya es habitual en todo el mundo, en el centro las franquicias han sustituido a las pequeñas tiendas locales que antes se podían encontrar por todas partes.

Pero a pesar de todo ello, cada rincón, calle esquina rezuma historia. Una historia que se inicia con los Condes de Brabante, fundadores de la ciudad en el siglo X. Esta urbe poco a poco fue creciendo hasta convertirse en un importante enclave comercial y a finales del siglo XIII, se integró en la famosa “Liga Hanseática”. Un siglo más tarde el poder se encontraba en manos de los llamados “Siete linajes”, la nobleza de la ciudad se negaba a compartir su poder con los artesanos y las clases más bajas, lo que comenzó una serie de revueltas que culminaron en la aparición de los gremios o Gildas.

Bruselas se convirtió entonces en la capital tras la unión de Brabante y Borgoña. A partir de aquí, su historia está jalonada por las conquistas del territorio a manos de otros imperios: En 1477 pasó a depender del Imperio Español. Fue también en Bruselas donde curiosamente Carlos V abdicó como rey de España.

Más tarde, llegaría Erasmo, el luteranismo y el calvinismo que calarían fuertemente en la ciudad.

A partir de ahí, se sucedieron las luchas político-religiosas que acabarían provocando la Guerra de Flandes o Guerra de los ochenta años.

En 1713 Bruselas pasó de la soberanía de España a la de Austria por el tratado de Utrech.

Pero cuando consiguieron independizarse de Austria, llegó la ocupación de las tropas napoleónicas y formó parte de Francia hasta 1814.

En 1815, después de la derrota de Napoleón en Waterloo, Bruselas entró a formar parte del nuevo reino de los Países Bajos hasta que Leopoldo I fue proclamado rey y Bruselas pasó a ser capital de la nueva nación.

Durante las dos grandes guerras mundiales, Bélgica fue ocupada por las tropas alemanas, lo que ralentizó su crecimiento, pero poco a poco fue prosperando y hoy en día esta ciudad se ha convertido en la capital política de la Unión Europea, albergando el Parlamento Europeo, la Comisión y el Consejo Europeo. Asimismo, es sede de la OTAN.

Precisamente el Parlamento Europeo fue nuestra primera parada en esta visita. El Espacio Léopold, un complejo de estilo arquitectónico moderno, imponente, que alberga los edificios gubernamentales. La frialdad de su piedra gis contrasta con las pintorescas calles aledañas, festoneadas por sus característicos adoquines, que, aunque son una seña de identidad propia de estas latitudes, son un verdadero suplicio para los viajeros con movilidad reducida. En este aspecto, Bruselas me ha decepcionado bastante, pues una capital de esta importancia no puede permitirse fallos de accesibilidad como los que hemos podido comprobar en este viaje. Por ejemplo, la falta casi absoluta de rampas antideslizantes en los pasos de peatones, lo que dificulta enormemente el tránsito a estas personas, por no hablar de aquellas que llevan sillitas de bebés, con el hándicap añadido de que las calles suelen estar mojadas por las frecuentes lluvias.

Pero estos fallos de accesibilidad están presentes incluso en el mismísimo Parlamento Europeo, paladín de la igualdad entre otros valores; ya el acceso exterior marca la diferencia entre los distintos tipos de visitantes. Me explico, hay una amplia y cómoda rampa para aquellas personas que no son simples turistas, sino que llevan una acreditación especial. Pero en caso de no pertenecer a ese grupo, la forma de entrar en el recinto para una persona en silla de ruedas se reduce a una diminuta rampa semi escondida que pasa inadvertida junto a unas grandes escalinatas que para más inri es zigzagueante. En caso necesario, puedes acudir a la oficina de información en la que te atenderán con exquisita amabilidad, especialmente si hablas francés, pero el personal de acceso exterior es bastante hermético.

Una vez que pasas los estrictos controles de seguridad en el interior (Estupendos por cierto y que alabo por su moderna tecnología), grandes ascensores te transportan desde el amplio hall, hasta la tribuna de invitados, pero parafraseando a mi querido detective belga Monsieur Poirot exclamaré: ¡Sacrebleu!, pues resulta que, si vas en silla de ruedas, te tienes que quedar sí o sí junto a las puertas de acceso a esas gradas, en la parte alta, con visibilidad cero, porque no hay ninguna rampa que te permita acceder a un espacio adaptado en las primeras filas para tener una visión completa del hemiciclo y de sus ya famosas cabinas de intérpretes, Inaudito…

Menos mal que a la salida, en la misma Rue Belliard, unos geniales chocolates como postre a unos gratins maravillosos, nos ayudaron a calmar nuestro ánimo y darnos fuerza para continuar con la visita de la ciudad desde la zona financiera hasta el casco histórico.

El paseo por el gran parque de Bruselas, que separa estos “dos mundos” es un verdadero pulmón de la ciudad. Salir del bullicio exterior y adentrarse en este “bosque encantado” donde puedes pasear, tomar una espléndida cerveza belga o simplemente dejar la vida pasar, es para mí lo mejor de este recorrido, donde fuentes con esculturas bellísimas se entremezclan con terrazas que atraen a grupos de lo más variopinto. El parque originariamente fue un terreno de caza de los duques de Brabante y en la actualidad está “flanqueado” por varios edificios importantes como el Palacio de la Nación (sede del Parlamento Belga), la Embajada de Estados Unidos, el Palacio Real en la zona sur, la rue Ducale, y la rue Royale.

Justo al salir del parque, ya se divisa la aguja del Ayuntamiento en la Grand-Place de 96 metros de altura, uno de los magníficos edificios que conforman esta bellísima plaza y que fue uno de los pocos que sobrevivieron al ataque de los franceses en 1695. La Grand Place o Grote Markt,  está considerada como una de las más bellas de Europa y desde 1998 es Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco. El resto de edificios singulares que conforman el conjunto son: La Maison du Roi (Casa del Rey), Maison des Ducs de Brabant, Le Pigeon, famosa por haber sido el hogar elegido por Víctor Hugo durante su exilio en Bruelas en 1852, Las dos sedes gremiales de Le Renard y Le Cornet y Le Roy d´Espagne, el bar más famoso de la Gran Place tanto por su excelente cerveza como por sus estupendas vistas de la plaza.

Fotografía Visit Flanders.com

Junto a la Grand Place, entre las calles L’Etuve y Chene, encotrarás al niño más famoso de la ciudad: El Manneken Pis  Una escultura de apenas unos 50cms, de un niño regordete que van vistiendo acorde a los diversos acontecimientos que se celebran en la ciudad.

Brussels – lockdown
Manneken-Pis
Rue du Chêne – Eikstraat
© visit.brussels – Jean-Paul Remy – 2020

Yo os recomiendo pasar de las apps de mapas de la ciudad y perderos por las callejuelas que circundan toda la zona de la Grand Place, donde descubriréis rincones curiosos y cervecerías míticas o desplazaros hasta el Atomium, que pasó de ser la pieza central de la Exposición Universal de 1958, a ser en la actualidad una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, funcionando como museo. Así que ya veis, Bruselas es una ciudad que ha evolucionado, ha cambiado, pero siempre es un buen destino para una escapada.

En otro “paseo literario” os hablaré de Gante y Brujas, dos maravillosas ciudades medievales que os recomiendo encarecidamente visitar por su ambiente tranquilo y casi idílico y de las que guardo muchos recuerdos, pero en esta ocasión, de Bruselas os quiero llevar a conocer Amberes (Antwerp) Una joya en sí misma por muchos motivos, donde el arte y la moda compiten con el importantísimo tráfico internacional de su río navegable, el Escalda, así como por ser un Centro Mundial del Diamante. Por todo ello Amberes es la segunda ciudad más importante de la zona de Flandes.

En nuestro recorrido por la ciudad, tuvimos la suerte de contar con unos guías de excepción: Cas,Zoë,Janne,Zenna,Tenzin,Esse,Maite,Flavie,Merel y Hajar. Un grupo de estudiantes de “Language & Communication” del Colegio /Instituto Kogeka Sint Mary de Geel (Localidad de la que ya os hablé en mi artículo anterior ) que nos fueron enseñando lo más representativo de la ciudad y lo hicieron con mucha soltura, buen humor y mucha profesionalidad a pesar de su juventud.

Nada más bajar del tren, nos recibió la magnífica Estación central (Antwerp Centraal) , una de las más bellas estaciones del mundo, construida entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se la conoce también como Spoorwegkathedraal, la catedral del ferrocarril, en la que se entremezclan los estilos neorenacentistas, un toque de Art Nouveau y Neobarroco. Su gran cúpula, las elegantes escalinatas, los mármoles y las vidrieras, le confieren el aspecto de un grandioso palacio.

Una vez que consigues superar el embrujo de este majestuoso edificio, la vida real se impone en la peatonal avenida De Keyserlei, repleta de tiendas y restaurantes. Más adelante, seguimos caminando por la avenida Hopland, y visitamos el Stadsfeestzaal, un lujoso centro comercial que encierra una historia que merece ser contada. Este edificio neoclásico   fue construido en el siglo XIX para albergar festejos y celebraciones incluso de la realeza belga. Alcanzó gran importancia, por lo que en 1983 fue declarado monumento histórico protegido. El 27 de diciembre del año 2000, un devastador incendio lo destruyó casi por completo, pero como estaba protegido, no se podía demoler, por lo que finalmente se restauró y se reconvirtió en el elegante centro de compras que es hoy en día que haría las delicias de “La Castafiore”.

Un poco más adelante, encontramos la Torre Boerentoren que fue el primer rascacielos de Europa y que en 2028 albergará un centro cultural público.

A pocos pasos llegamos hasta una recoleta plaza donde encontramos la entrada principal de la enorme catedral de la ciudad, la Catedral de Nuestra Señora de Amberes Una explosión de gótico brabantino, curiosamente, sólo su gran torre campanario fue declarada en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO dentro de un grupo de 56 campanarios y torres municipales de Bélgica y Francia. En su interior podemos encontrar vidrieras de gran valor artístico y cuatro lienzos de Rubens, entre los que se encuentra el “Descendimiento de la Cruz” como herencia del tiempo que el artista por excelencia de Flandes instaló aquí su taller, “supervivientes” de los muchos ataques que ha sufrido este templo a lo largo de su historia. El Museo Rubens es otro lugar emblemático de la ciudad para los amantes del arte.

Es curiosa también la cantidad de edificios con una virgen en su fachada. Esto se remonta al siglo XVII, en la época de revueltas entre los católicos y protestantes. Los amberinos católicos colocaban estas figuras en sus casas, para proclamar su devoción y también para beneficiarse de una reducción en los impuestos establecida para todos los que siguieran esta peculiar iniciativa. Hoy en día se hacen rutas turísticas siguiendo la estela de estas imágenes en la que incluso, con la ayuda de una app, se hace una pequeña competición.

A partir de aquí iniciamos la ruta de las leyendas pues Amberes también es una ciudad un tanto enigmática. Justo frente a la catedral encontramos el pozo de Quentyn Massys. Cuenta la leyenda que el herrero Quentin se enamoró de la hija de un pintor de la época que no lo aceptaba como prometido de su hija. El chico, decidido a casarse con la joven, dijo a su futuro suegro que podría hacerse pintor para obtener su permiso y pintó una mosca en uno de los cuadros del padre con tal realismo que hizo cambiar de opinión al padre de la chica y además, se convirtió en un afamado pintor.

Pero lo que realmente hace grande a Amberes es el arte que rezuma en cada esquina,en cada calle, en cada plaza, como la plaza del mercado o Grote Markt, donde nos recibe el magnífico edificio renacentista del Ayuntamiento .

No tenemos que andar mucho para conocer otra historia un tanto misteriosa. Nuestras jóvenes guías nos contaron la segunda de estas leyendas junto a la famosa estatua de Silvio Bravo , nombre de un valiente centurión romano que se enfrentó a Druon Antigoon, un temible gigante que cortaba la mano de todo aquel que no le pagara un impuesto para poder cruzar el río Escalda. El bravo Silvio lo mató, le cortó su mano y la lanzó al río igual que él solía hacer a sus víctimas como acto de justicia. De esta historia surge el nombre de Amberes “Hand werpen”. En neerlandés Antwerpen. que significa “lanzar la mano”. Para los habitantes de la ciudad, este mito y la estatua que la recuerda se han convertido en un símbolo de libertad para sus habitantes, que se ha ido transmitiendo a lo largo de generaciones.

Y la tercera leyenda la conocimos al llegar al Castillo de Het Steen , (Su nombre se lo debe a Carlos V y significa Piedra), una fortaleza medieval que parece salida de un cuento de hadas. Es uno de los edificios más antiguos de la ciudad pues fue construido a principios del siglo XIII. Situado junto al río Escalda, del que se dice alberga entre sus paredes al fantasma de un guardián que por las noches dicen, se aparece en una de las torres.Justo a la entrada del castillonos recibe un personaje mítico y peculiar: Lange Wapper (El gigante en movimiento), un espíritu capaz de cambiar de forma a voluntad. En el flolklore amberino o antuerpiense, ha quedado como un ser con múltiples leyendas sobre su origen, que jugaba con niños y perseguía a las “gentes de mal vivir”.

Seguimos recorriendo el paseo junto al río. Una delicia para los viajeros con movilidad reducida pues es totalmente llano y espacioso y llegamos al moderno y extravagente MAS  Museum aan de Stroom  , un museo accesible en silla de ruedas excepto la terraza panorámica de la azotea. En él se suceden exposiciones tanto permanentes como itinerantes, pero para mí, lo más destacado son las vistas excepcionales de toda la ciudad desde sus terrazas tanto exteriores como interiores si el tiempo no acompaña.

Y muy cerca de este vanguardista museo, conocimos uno de los lugares para mi, más interesantes y emotivos de esta cosmopolita ciudad, que guarda mil historias increíbles en su interior. Me refiero al Red Star Line Museum . Como dice en su web, te invito a “un viaje agitado sobre las huellas de los emigrantes, Millones de personas, un solo sueño”

Este museo, situado en los almacenes originales de la emblemática naviera Red Star Line, ha conservado su fachada exterior que directamente te transporta a otra época, pero ni te imaginas lo especial que es por dentro. Entre 1873 y 1935, más de dos millones de pasajeros, realizaron la travesía con sus barcos de vapor hasta Nueva York, desembarcando en la famosa isla de Ellis. Todos ellos pasaron los controles administrativos y médicos en este mismo lugar. Los enormes paneles sensoriales, con sonidos reales de los embarques, cartas manuscritas originales de pasajeros tan ilustres como Albert Einstein y una cuidada selección de objetos relativos a esta travesía, hacen que este museo sea realmente especial.

Nuestra visita se va acabando, vamos atravesando avenidas y pequeñas calles transversales en las que los comercios de toda la vida, con sus dueños ataviados con bonitos delantales de colores, se confunden con locales en los que se adivinan empresas dedicadas al comercio de diamantes y digo adivinan, porque tras unos gruesos muros de diseño en colores pizarra, las excepcionales medidas de seguridad son lo único que delata lo que hay en su interior . Pero esta visita la dejaremos para otra vida…

Así que, nos consagramos a algo que sí que está a nuestro alcance y nos alegra más la existencia como es sentarnos en uno de los apacibles veladores de la plaza Gloenplaats frente a la atenta mirada de Rubens cuya escultura es el eje central y tomamos un delicioso y enorme gofre (Wafel) frente al impresionante Hotel Hilton ubicado en un edificio histórico de estilo neorrenacentista inagurado en 1885 como un centro comercial llamado ”Grand Bazar de la Bourse” que en 1993 se reconvirtió en un modernísimo hotel totalmente accesible para viajeros con movilidad reducida respetando su riqueza arquitectónica en un alarde de sensatez.

Después de hacer unas compras rápidas en pequeñas tiendas donde nos atendieron con una amabilidad exquisita, fuimos emprendiendo el camino de regreso a la cinematográfica estación central.

El aeropuerto de Bruselas fue el punto final de esta escapada otoñal. Esta vez, tuvimos la suerte de llegar por carreteras vecinales que lo circundan y en las que pudimos disfrutar de los verdes paisajes de la campiña de Flandes antes de llegar a la moderna terminal, donde el cohete de Tintín nos hizo de faro hasta los controles de seguridad, donde las personas con movilidad reducida acceden por una zona de acceso prioritaria muy moderna y amplia. El camino hasta las puertas de embarque es, asimismo, muy fácil de recorrer por su verticalidad y estupenda señalética.

Y así, en medio de una lluvia suave, agradable y melancólica, dejamos este país con con la promesa de volver muy pronto para seguir las huellas de más personajes de leyenda.

Fotografías: Macarena LLopis y Visit Bruselas © visit.brussels – Jean-Paul Remy – 2020

Por Macarena Llopis

Escritora de Relatos y Artículos relacionados con el Turismo. Ganadora de algunos premios de microrrelato en castellano y francés.Diplomada en Turismo con gran experiencia en el sector. Guía Oficial de Turismo de la Comunidad Valenciana.

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